Las calcificaciones se agrupan en tres categorías en relación a su morfología: las típicamente benignas que pueden ser: anulares, redondeadas (fig. 1), gruesas en “paloma de maíz” (fibroadenomas); se incluyen las cutáneas, vasculares, lineales gruesas, distróficas, leche de calcio y suturas. En caso de sospecha pueden ser: amorfas, gruesas heterogéneas, finas pleomórficas y lineales o ramificadas (fig. 2).
De acuerdo a su distribución pueden ser: agrupadas, regionales, difusas; las lineales y segmentarias tienen un alto valor predictivo para malignidad.
Al finalizar se les debe asignar una categorización, con sus respectivas recomendaciones:
Las que se catalogan como BI-RADS 2: son calcificaciones típicamente benignas y se recomienda seguimiento anual.
Las de la categoría BI-RADS 3 corresponden a un grupo aislado de calcificaciones puntiformes, probablemente benignas, con menos del 2% de malignidad, pero ameritan seguimiento unilateral en 6 meses, bilateral al año y anual durante dos o tres años.
En la BI-RADS 4B hay moderada sospecha y 4C alta sospecha de malignidad, por lo que se sugiere correlación histológica por medio de biopsia, al igual que la categoría 5, en la que los hallazgos son de malignidad hasta en un 95%.
Las categorías 1 y 4 A no se aplican en caso de calcificaciones.